Bits, bytes y acordes

Cómo la tecnología potencia los juegos de música

La música es el telón de fondo. Es el solo de bajo que se insinúa en el ritmo. Son las notas elegantes que dan forma a las melodías. Es la trigésima capa de audio en la elaborada mezcla del dj, la que introduce el efecto de un aplauso, una flauta o un pájaro cantor.

Pero la música y todos sus matices y sutilezas también son datos. Desde los artistas poco reconocidos que graban en casa hasta las granjas de servidores que potencian sus servicios de streaming, la evolución tecnológica ha remodelado la forma en que los artistas producen canciones y como el público las consume. La música es arte, y siempre ha sido así. Y es también una composición de binarios: 0 y 1.

Basta preguntar al DJ Michna, que se gana la vida convirtiendo los latidos del ritmo en bits.

Con sus distintivos vaqueros negros, camiseta negra, chaqueta negra y gorra negra, Michna pincha en los clubes de Nueva York cuando no está de gira por todo el mundo. Los clubes de la Gran Manzana están acostumbrados a la presencia de Michna, y millones de personas han escuchado sus temas en programas de televisión, como la serie “Silicon Valley” de HBO y en campañas publicitarias.

La carrera del DJ Michna, o Adrian Yin Michna, probablemente no habría sido posible hace 30 años, cuando el éxito dependía de firmar un contrato con la discográfica del momento y del volumen de ventas de CD o cintas de cassette. Crear sus ritmos, que están llenos de decenas de elaboradas capas de instrumentos de viento, percusión, samples, entre otros, tampoco era imaginable en aquel entonces.

Y mucho menos que el público, las agencias publicitarias o el director de un programa de TV pudieran encontrar a los artistas como él con una sencilla búsqueda en Internet.

“Nunca sé con seguridad cómo me han encontrado, a veces es en Pandora o a través de una recomendación en Spotify”, explica Michna. “Lo que sí sé es que cuando cedo la licencia de algunas canciones a “Silicon Valley”, llego a un público nuevo totalmente imprevisible”.

VENTA CONTINUADA

DJ Michna graba álbumes completos, pero su principal fuente de ingresos es otra: los contratos de licencia.

El primero que Michna firmó fue cuando cedió el tema “Triple Chrome Dipped” a Truth, una campaña publicitaria antitabaco entre los adolescentes que tuvo gran difusión en TV durante el horario de día.

“Mi tía me escribía para preguntarme si lo que sonaba en la tele era mi canción”, comenta Michna.

Unos años más tarde, HBO me compró varias canciones para “Silicon Valley”. Uno de ellos, “Swiss Glide,” se reproducía durante casi un minuto en una escena en la que apenas había diálogos.  “Swiss Glide” es la canción más famosa de Michna.

Michna trabaja en sus álbumes y también dedica gran parte de su tiempo a crear demos para los publicistas. En ocasiones, estas empresas le encargan crear pistas publicitarias que podrían tener finalmente salida o no en alguna campaña. Incluso si no salen a la luz, Michna acaba por reutilizar el contenido para cualquier otra cosa.

“Esperas ganar un millón de dólares con un anuncio para Toyota, así que vas a por todas”, dice. “Es como jugar a la lotería. Acabas arrojando las demos a la basura. Cuando esas demos pueden darte dinero. Puedes usarlas para cualquier otra cosa”.

Todo ese trabajo queda guardado en la biblioteca musical de DJ Michna. Ghostly, su sello discográfico, se encarga de buscarles otros contratos de licencia. Actualmente las agencias compilan sus pistas en bases de datos en las que los clientes pueden buscar canciones filtrando por toda una selección de criterios, como estilo musical, letras, instrumentos, etc., para acabar descubriendo artistas que nunca habían escuchado.

Las bases de datos se alojan en servidores que contienen millones de canciones y que requieren cantidades inmensas de DRAM para aplicar filtros y otorgar accesos. Aún más, esos terabytes de pistas se almacenan en unidades de estado sólido, que ofrece un acceso más rápido y fiable en parte porque no dependen de piezas móviles, como los discos duros giratorios tradicionales.

El sistema doméstico configurado por Michna para grabar, almacenar y acceder a las pistas es una versión local de los sistemas de datos basados en la nube usados por etiquetas y agencias. Michna mantiene todo bajo control y nada se desperdicia. Suele recuperar trabajos anteriores para sus proyectos nuevos.

“Acabas acumulando reservas de todo”, dice. “Nike podría haberme pagado por componer seis temas, cuando yo en realidad compuse 18. Todo eso lo puedes subir a SoundCloud o a tu sitio web”.

 


ARTISTA, EMPRENDEDOR

El equipo de grabación tenía precios prohibitivos cuando Michna tocaba la trompeta en un grupo en los años 90. Hoy, el software permite a los artistas añadir toques de percusión o el silbido de un clarinete, o prácticamente cualquier instrumento, en una canción editada y de excelente calidad sonora.

“La tecnología ha hecho posible que todo sea muy fácil para todos”, comenta. “Ha despejado el campo de la reproducción musical. Y eso está genial”.

La tecnología también ha permitido a los artistas tener mayor control de sus negocios. Antes, los músicos necesitaban colocarse en los primeros puestos de las listas de ventas o firmar un acuerdo con una discográfica para ganar fans que nunca les habían visto actuar. Ahora, los artistas disponen de todo tipo de herramientas digitales para crearse un sitio web personal, abrir un canal de YouTube, perfiles en las redes sociales, acceder a servicios de streaming, etc.

“Si vas a empezar a lanzar música sin el respaldo de una etiqueta en 2018, lo único que te queda es lanzarte a la aventura y emprender”, dice Michna. “Te lo tienes que currar y aprender a usar Photoshop, a editar vídeos e implementar el contenido original en las diferentes plataformas”.

Hasta hace poco, la industria musical estaba acotada por artistas que creaban álbumes y compositores que componían canciones publicitarias u otros productos para uso comercial. Había un estigma asociado a “venderse” o sacrificar los objetivos meramente artísticos si alguno cerraba un contrato con un cliente corporativo.

DJ Michna es capaz de ganarse la vida haciendo ambas cosas a la vez. Según dice, las dos industrias se fusionaron cuando el software de grabación gratuito y los ordenadores pasaron a ser asequibles a principios de 2000.

“Ahora en 2018 es completamente normal si alguien compone demos para Pampers y dos meses más tarde lanza versiones totalmente reinventadas de esas ideas y acordes en Bandcamp y SoundCloud, con temas compilados en forma de EP bajo un alias”.
 

 

LA MÚSICA VIVE EN BIG DATA

Parece que la tecnología lo ha transformado todo, aunque hay una reliquia que permanece desde los días de Napster: el MP3. Con un megabyte por minuto de audio, el fiable formato MP3 era lo bastante compacto para poder crear un álbum de duración total, que cabía fácilmente en una unidad extraíble de 250 MB.

Sin embargo, el almacenamiento usado para alojar la música, el vídeo y, de hecho, todos los formatos de medios, ha pasado por varias fases evolutivas. Hoy, miles de canciones caben en una unidad extraíbles de 16 GB. Y los 100 USD que costaban las unidades de 250 MB de hace más de una década, quedan en apenas 10 USD que hay que pagar actualmente por una unidad de 16 GB.

Eso es el almacenamiento portátil. Las unidades de estado sólido con capacidades de terabytes, que están ya imponiéndose como el estándar actual, tienen cabida para hasta 200 000 canciones.

Pero cada vez menos consumidores almacenan sus colecciones, porque lo que hacen es suscribirse a servicios de streaming que almacenan millones de temas en bases de datos masivas, dice Jon Tanguy, Ingeniero de productos sénior de SSD en Crucial.

 Para que los usuarios puedan acceder y reproducir por streaming rápidamente archivos de audio, vídeo o cualquier otro formato, los proveedores de servicio están apostando cada vez más por la velocidad de las unidades de estado sólido en lugar los discos duros giratorios tradicionales.

“Lo más frustrante es cuando los usuarios tienen que hacer una pausa para que los datos se almacenen en búfer”, dice Tanguy. “Eso es lo que intentan solucionar los proveedores de servicio. Creo que muchos están cambiando a las unidades de estado sólido para ofrecer las altas velocidades necesarias para que sus clientes estén felices”.

Las unidades de estado sólido también permiten búsquedas aleatorias rápidas en bases de datos inmensas, dice Tanguy, quien ponía como ejemplo una aplicación que usa en su smartphone para identificar en apenas unos segundos qué canción está sonando. Es una velocidad increíble, para que la aplicación combine bases de datos y encuentre la información coincidente, dice.

“Seguro que es una unidad de estado sólido”, afirma. “Los discos duros no son tan efectivos con esta clase de operaciones aleatorias”.

El mundo está repleto de talentos musicales en busca de un público. La innovación ya está mejorando la memoria que potencia los PC de los artistas y las SSD, para que sus temas se puedan reproducir con solo tocar en una pantalla o hacer clic con el ratón. Con la evolución de la tecnología, también evolucionarán las herramientas de grabación y los espacios musicales en los que se ganan la vida las artistas.

 

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